Queridos amigos. Me resulta conmovedor y emocionante su anhelo. Sobre todo teniendo en cuenta el desprecio que parecemos sentir los (demás) españoles por nuestra nación. Las fuerzas desintegradoras se han ido haciendo fuertes desde 1978 y ya me parecen imparables. Ya tengo 52 años y recuerdo buena parte del discurso de los maestros en el instituto, pero también en el colegio, aún en vida de Franco o recién muerto, conteniendo un mensaje en gran medida desdeñoso contra nuestra historia y la tradición. Mi familia era republicana y antifranquista, y siempre con un alto concepto de los valores nacionales, sin perder de vista puntos de vista críticosc pero siempre leales. También leales a la tradición cristiana, incluso en el caso de familiares que lamentablemente guardaban una fe débil o que desgraciadamente la habían perdido. Incluso ellos podían llamarse, como decía Oriana Fallaci, agnósticos cristianos que no olvidaron que nuestra Nación, como nuestros mejores valores, se fraguaron en la lucha contra el Islam. Ahora, en cambio, y al igual que ocurre en el resto de Europa, el avance de esa gente es temible. Demográficamente, si no es de otro modo aún más rápido, nos van a abatir.
Si sigo escribiendo y recordando estas verdades no voy a conciliar el sueño. El caso es que, el otro día, medio en broma medio en serio, unos compañeros estuvimos charlando en el trabajo. Y nos preguntábamos qué clase de sociedad tendríamos en unos años. Teniendo en cuenta la edad por la que andamos, ya no muy lejos de la jubilación. Y, como digo, aventurando, con ilusión pero sin querer elevarla mucho para no decepcionarnos, nos pusimos a divagar sobre la posibilidad de marcharnos dentro de unos añitos, cuando cumplamos sesenta, a algún país en Iberoamérica. Se habló de Panamá, de Costa Rica, y yo apunté a Puerto Rico. Mis compañeros no lo hicieron en principio porque creen -y seguramente tendrán razón, por desgracia- que los requisitos para obtener la residencia serán los mismos que en Estados Unidos.Pero yo les tengo presente a ustedes, porque siempre veo sus mensajes en Facebook y son tan encantadores. Y, además, estos días descubrí en Youtube a un antiguo predicador protestante ahora converso al Catolicismo, don Fernando Casanova, arrollador y estupendo. Quien, además, me ha hecho recordar ese acento encantador que tiene ustedes al hablar. Así que nos preguntábamos, o más bien, echábamos la imaginación a volar, sobre la posibilidad de vivir allí, en Puerto Rico. Qué bonito, decir que nos quedamos a vivir en España pero un poquito más allá de Cádiz. ¿O acaso los precios de vida y vivienda son muy caros para unos humildes funcionarios y unas pensiones de dos mil euros. ¿Los alquileres? Perdónenme. He comenzado hablando de sentimientos y he acabado hablando de intereses.
si quieren unirse a España no creo que les vaya a ir muy bien
ResponderBorrarQueridos amigos. Me resulta conmovedor y emocionante su anhelo. Sobre todo teniendo en cuenta el desprecio que parecemos sentir los (demás) españoles por nuestra nación. Las fuerzas desintegradoras se han ido haciendo fuertes desde 1978 y ya me parecen imparables. Ya tengo 52 años y recuerdo buena parte del discurso de los maestros en el instituto, pero también en el colegio, aún en vida de Franco o recién muerto, conteniendo un mensaje en gran medida desdeñoso contra nuestra historia y la tradición. Mi familia era republicana y antifranquista, y siempre con un alto concepto de los valores nacionales, sin perder de vista puntos de vista críticosc pero siempre leales. También leales a la tradición cristiana, incluso en el caso de familiares que lamentablemente guardaban una fe débil o que desgraciadamente la habían perdido. Incluso ellos podían llamarse, como decía Oriana Fallaci, agnósticos cristianos que no olvidaron que nuestra Nación, como nuestros mejores valores, se fraguaron en la lucha contra el Islam.
ResponderBorrarAhora, en cambio, y al igual que ocurre en el resto de Europa, el avance de esa gente es temible. Demográficamente, si no es de otro modo aún más rápido, nos van a abatir.
Si sigo escribiendo y recordando estas verdades no voy a conciliar el sueño. El caso es que, el otro día, medio en broma medio en serio, unos compañeros estuvimos charlando en el trabajo. Y nos preguntábamos qué clase de sociedad tendríamos en unos años. Teniendo en cuenta la edad por la que andamos, ya no muy lejos de la jubilación. Y, como digo, aventurando, con ilusión pero sin querer elevarla mucho para no decepcionarnos, nos pusimos a divagar sobre la posibilidad de marcharnos dentro de unos añitos, cuando cumplamos sesenta, a algún país en Iberoamérica.
Se habló de Panamá, de Costa Rica, y yo apunté a Puerto Rico. Mis compañeros no lo hicieron en principio porque creen -y seguramente tendrán razón, por desgracia- que los requisitos para obtener la residencia serán los mismos que en Estados Unidos.Pero yo les tengo presente a ustedes, porque siempre veo sus mensajes en Facebook y son tan encantadores. Y, además, estos días descubrí en Youtube a un antiguo predicador protestante ahora converso al Catolicismo, don Fernando Casanova, arrollador y estupendo. Quien, además, me ha hecho recordar ese acento encantador que tiene ustedes al hablar.
Así que nos preguntábamos, o más bien, echábamos la imaginación a volar, sobre la posibilidad de vivir allí, en Puerto
Rico. Qué bonito, decir que nos quedamos a vivir en España pero un poquito más allá de Cádiz.
¿O acaso los precios de vida y vivienda son muy caros para unos humildes funcionarios y unas pensiones de dos mil euros. ¿Los alquileres?
Perdónenme. He comenzado hablando de sentimientos y he acabado hablando de intereses.
Un abrazo fuerte